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Reunión Femenina

Women's Sanctuary

Visitábamos la nueva casa del mecánico de mi esposo, quienes son muy buenos amigos. Nos habían invitado para una cena y poder compartir en familia todos juntos, ya que era una reunión entre amigos. Todos los invitados están unidos por una razón en particular que se simplifica en una sola palabra, pero que su significado es más profundo, carros. Estábamos allí no solo para comer, sino para dialogar sobre el exhausto y tan hablado tema, que por décadas ha sido el tema predilecto del sexo masculino. Aunque durante estas dos ultimas décadas, tal vez más, ha ido emigrando a las conversaciones del sexo femenino.

Si nos ponemos a hablar de autos, este escrito se convertiría en un diálogo de base masculina. Terminaríamos con una conclusión como esta:

“Esperaba el cambio de luces, de amarillo a verde. La adrenalina aumentaba por todo mi cuerpo y sentía la ansiedad dominando mis manos, que en cualquier segundo tirarían de la palanca de cambios. Mis pies esperando la señal de mis neuronas, que se activa con la visión al ver el cambio de luces, para apretar los pedales y hacer que el carro salga explosivo del hoyo en que lo tengo y en cuestión de segundos, llegue a la meta.

“Al fin cambia la luz, tiro de la palanca y aprieto la gasolina. Segundos más tarde llego al final. Espero por que me entreguen mi tiempo, y al verlo siento una emoción y alegría incontenible. Hice 13.6 segundos, ¡al fin! Una sonrisa se expande por mi rostro y el orgullo domina mi mirada. ¡Mi carro se la da a cualquiera, ahora sí que está corriendo rápido! Nos vemos en la pista o en la calle.”

Seria así como este escrito terminaría si comenzáramos a hablar de ejes, válvulas, kit turbo, caballos de fuerza,… ¡caballos! Qué ironía, de caballos a carros. Bueno no es un misterio que la obsesión del sexo masculino eran los caballos en la antigüedad. Por tal razón bautizaron a la fuerza de los carros con el nombre de caballos (este último no hay quien me lo quite de la cabeza, para mí es lo más obvio).

Volviendo a lo que nos interesa. Justo en el momento de servir la comida, cuando se comenzó a preparar la mesa del comedor, nos dimos cuenta las chicas de algo en particular. Los caballeros habían preparado su mesa propia, una mesa de jugar dominós, justo en la marquesina, el dormitorio del carro. Fue entonces, que le sirvieron allí la comida entre su conversación de autos. Nosotras comimos en el comedor entre los niños quienes corrían por aquí y allá. Luego de comer nos retiramos al balcón para conversar un poco y reír. Era todo como una antigua visión, las nenas con las nenas y los nenes con los nenes. La división la implantaron ellos, no nosotras como suele ocurrir; tal vez lo hicieron por la costumbre.

Casualmente ese punto salió a relucir y nos encontramos hablando de los carros y de sus chóferes. De cómo ellos llegan a las casas luego de un jueves de visitar la pista de Carolina, de sus conversaciones por teléfono sobre carros, y que definitivamente ellos, en ese mismo instante, estaban hablando de carros. Terminamos nosotras infectadas con el virus automotriz.

La noche, luego de haber hablado un poco de la política en la UPR y de las aventuras maternales, finalizó mencionando el viaje que iban a realizar a la pista de Ponce nuestros hombres al siguiente día. Definitivamente habíamos caído en su mundo. Porque después de haber estado imaginándonos que dirían ellos si nos aparecíamos de sorpresa en la pista de Carolina una noche de jueves; vestidas con sensuales ropas, y, por supuesto que no podía faltar, un carro que se las diera a todos ellos, que fuera más rápido y que pudiéramos conducir con mucha destreza. Nos tratábamos de convencer unas a las otras, de que fueran a Ponce por que nuestra presencia era importante.

Me lo imagino ya, mi conversión total. Dejando mis papeles y mis bolígrafos a un lado por un destornillador y un alicate. Cambiando los asientos de teatro por las estradas de la pista. Gritando desde las estradas de metal a mi esposo, que ayudo con frecuencia con el carro luego de mi conversión, para que arranque y saque del hoyo a su Neon blanco. Para que al terminar diga orgulloso hice al fin los 13 segundos, y me abrace apasionadamente.

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NecesidadNecesidad

Es un deseo, un por qué, una razón. La motivación a desplazarme a tu espacio. Invadirle, traspasarle. El anhelo de la caricia. La fascinación del olfato. Degustarte, abrazarte, empaparme de