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Un camino de huellas mojadas

Un Camino de Huellas Mojadas 

Desperté aun soñolienta y deseosa de seguir durmiendo.  Mi cama y almohada se sentían suaves y cómodas como para echar unos cuantos minutos más de sueño, pero al ver la hora recordé al profesor de mi primera clase y sus palabras sarcásticas si cualquiera llegaba tarde.  Con aquella inspiración presente, me senté en la cama y apague el abanico.  Me di una ducha rápidamente y al pasar a mi cuarto sentí frió.  El aire del abanico chocó con mi piel refrescada por la ducha haciéndome sentir escalofríos.  Miré por entre las cortinas verticales los últimos minutos que le quedaban a la noche, que aun se extendía sobre la tierra del Caribe.  “Hoy va hacer calor”- me dije.  Prendí la televisión para escuchar las noticias de la mañana y escuchar el informe del tiempo.  Lloverá un poco, pero solo unas pequeñas lloviznas. 

“Mahones y sandalias son la orden del día,”- dije en voz alta.  Las sandalias de paja que me puse eran muy cómodas, pero lo malo de ellas es que si llueve estas absorben el agua como esponjas y me van a mojar los pies.  No importaba porque siempre que llovía para el área metropolitana, estaba soleado para Cayey.  Me puse mis sandalias de paja, me despedí de mi mamá y me fui para la universidad.

Para los colmos de los colmos mi pronóstico del tiempo no fue muy acertado.  Al salir de la clase el cielo cubría a la tierra de Puerto Rico con un manto gris.  Lloviznas caían al suelo y viajaban por el aire frió que soplaba suavemente.  Yo caminaba muy chistosamente desviando los charquitos para que mis sandalias de paja no se mojaran, pero para nada me sirvió el esfuerzo.  Unos minutos después mis sandalias, al pisar la tierra, creaban un sonido peculiar.  Ese que se escucha cuando las cosas se empapan. 

Mi mayor preocupación era que al entrar al edificio de humanidades dejaría un rastro de huellas mojadas en el piso.  Así fue, estas como otras no se desaparecían al seguir el tramo.  A cada paso que daba aparecía una nueva tal y como la pasada.  Sin mirar atrás, continué caminando imaginando como las personas se quedaban mirándome.  Haciendo comentarios sobre mis sandalias mojadas.  “Pobrecita sus zapatos están enchumbaos.”- me imaginaba a las personas decir.  

Al llegar a la oficina de humanidades no me atreví a moverme mucho, con tal de no dejar el piso manchado con mis huellas.  Al terminar lo que iba a ser allí no mire ni al piso, dí los buenos días y cerré la puerta tras de mí.  Caminé rápidamente y ví una de las huellas dejadas por mis zapatos en el camino de regreso.  Seguí caminando y seguía encontrándome con mis huellas dejadas.  “No todo el mundo tiene la oportunidad de descubrir sus huellas dejadas y de contemplarlas con orgullo,”- pensé. 

Cada vez que pasaba por una de ellas, las contemplaba y pensaba en mi vida.  En las cosas que había hecho y en las cosas que no he terminado de hacer.  Como mis poesías, mis cuentos, mis sueños y mis metas. Me di cuenta de que a la vez que contemplaba mis huellas dejadas estaba dejando otras en el camino.  Huellas distintas hechas en el presente y que pasan a ser parte del pasado. 

Al bajar las escaleras me percate que mis huellas eran acompañadas por otras.  Cada vez que bajaba un escalón mas huellas aparecían.  Hasta que al final ninguna se podía distinguir, ni tan siquiera las mías.  Todas se perdían en un mar de huellas dejadas por otros seres humanos y sus zapatos mojados.  Todos de una forma u otra caminamos, por un momento, el mismo camino.  A veces para ayudarnos, otras para retrasarnos.  Quizás para recordarnos que debemos de alcanzar nuestras metas por más obstáculos que encontremos y llegar al final del camino.  Sonreí y al salir del edificio miré hacia arriba y ví el cielo azul que se aproximaba.

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