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Se me cayó la aspirina

Se me cayó la aspirina

¡Ay la aspirina! Contrallada aspirina que nunca tuve, pero que necesité mucho de mi imaginación para poder entender eso de “no dejes caer la aspirina”. Te explican de una forma muy particular, cuando en la casa hay visita de personas de la edad de tu abuela, lo que significa la aspirina, dónde está, y el por qué no debes dejarla caer. Toda esa explicación parece un ritual de esos religiosos que los tienes que acatar al pie de la letra, pues de otra forma tendrás consecuencias inesperadas.

Volviendo a la aspirina. Te explican que la debes usar entre las rodilla cuando salgas con tu novio o amiguito. Esto es una estrategia para que no habrás las piernas y por entre ellas no entre nada indeseado por tu madre o tu abuela. Pero, ¡qué ironías tiene la vida! Son esos exactos momentos que tu cuerpo desea abrir las piernas y es cuando se cae la aspirina.

¿Quién iba a pensar que una aspirina sirviera para algo adicional que un dolor de cabeza? Bueno, a mi se me cayó la aspirina. No me cabe en la cabeza como se cayó algo que nunca estuvo ahí, pero así fue. Aún recuerdo los relatos de mi tía Pitusa. Ella se gozaba lo de la aspirina, lo relataba con tanta ironía. Su rostro se iluminaba y se reía a carcajadas. Para ella eso era algo cómico, pero serio a la vez. Con titi Pitusa si me gustaba hablar de la pastilla, era mas fácil hablar sobre todo con ella.

El que se me cayera la aspirina trajo consigo consecuencias. ¡Todos sabemos cuáles son esas consecuencias! Lo que se formó a causa de la caída de la pastilla y que causó tanta conmoción, ahora es el centro de atención de toda la familia, pero su anuncio no fue muy acogedor.

Habíamos planificado decírselo a mi madre, junto con mi madrina, para que ella lo tomara más calmadamente. ¡Todo salió al revés! La noticia surgió y como un volcán en erupción mi madre explotó. Llego a casa de mi suegra a reclamarme, a interrogar a mi novio, a gritar. Muchas cosas pasaron por mi mente, así como muchos deseos desesperados. Todo lo que dijo me hirió profundamente. Me sentí imposibilitada para hacer o tomar cualquier decisión. Ni siquiera una palabra salía de mi boca. Decir palabra alguna hubiera sido como echarle mas leña al fuego.

Un fuego que ardía fuerte y alimentaba el mal temperamento de mi madre. Uno que es característico de ella y que corre en mi familia, pero al parecer me brincó en la repartición de carácter. Todo aquello fue como una tormenta eléctrica. Como esas que te encuentras cuando estas de viaje y el avión esta atravesando justamente a través de ella. Esa sensación de miedo, ese no poder hacer nada. El estar sentada y no poder pararte a gritar desesperadamente.

Fue una noche horrible, lloré un mar de lágrimas deseando morir en ese instante. Quería que la tierra me tragara. Todas las cosas que se le pueden decir a una persona que te ha desilusionado, me las dijeron esa noche. Los meses que siguieron no fueron nada fácil, pues la presión de buscar casa, comprada o alquilada, me hundía en depresión. Hasta la boda fue a toda prisa. Simple, muy sencilla, con una sola persona conocida que fue nuestro padrino. La hija de la jueza fue nuestra madrina y el otro testigo fue el novio de esta. No hubo intercambio de anillos y menos personas tirando arroz al aire.

La tormenta se disipó, la calma llego y terminó mi larga espera de nueve meses. La alegría, el amor y la ternura volvieron a mi corazón. El enojo con mi madre pasó. No tanto por haberme reprochado lo ocurrido, sino por que ella pasó por lo mismo. Pensé que por lo menos ella me entendería. Pero ella, que una vez estuvo muy enojada conmigo, me acompañó toda la noche en el hospital cuando di a luz. Estábamos juntas nuevamente amándonos con el amor más puro, el de madre e hija. Amando de la misma forma a una pequeñita que dormía frente a nosotras.

Cada vez que pienso en la aspirina me dan ganas de reír. Me imagino la situación por la que deben estar pasando otras niñas que acaban de aprender la lección de la aspirina y no entienden de qué rayos les están hablando. Tal vez, tomen una aspirina del frasco y traten de caminar con ella entre las piernas por todo su cuarto para poder entender su concepto. Pero este no lo entenderán hasta que les sea contada la verdadera historia. Esa que tiene que ver con la situación de la caída de la aspirina.

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