
Años atrás cuando comencé a promocionar Obsesión, la primera entrega de Ascensión Divina, agendé una presentación en una librería. Estaba emocionada con esta nueva presentación que le añadía a mi libro una nueva exposición y a mí la oportunidad de conocer nuevos lectores e introducirlos a el mundo fantástico de AD.
Preparé todo, mi familia me acompañó ya que luego iríamos a una actividad de mi esposo y en el lugar donde era había restaurantes y otras actividades. Compartí con anticipación la promoción que hice para la presentación en mis redes sociales y hasta en mi blog. Envié comunicados de prensa a varios medios como parte del mercadeo. Escogí lo que me iba a poner y la decoración que tendría en la mesa.
El día llegó, y con mi libro en mano y extras por si se acababan los disponibles en la librería, emprendimos nuestro viaje.
Como puedes deducir por el título de esta entrada, nadie llegó a la presentación. Ocupando las sillas frente a la mesa donde estaba ubicada estaban mis hijos y mi esposo. Sin dudar y nerviosa y un poco triste, les presenté a los tres seres que amo mi libro Obsesión. Con micrófono en mano le leí a ellos y al vacío de la librería y a los dos empleados que estaban allí, un capítulo de Obsesión.
Al terminar, sonreí y como regalo recibí tres hermosas sonrisas. Mi familia me aplaudió y se levantó a abrazarme. Sonreí con el taco en la garganta, internalizando el momento y el aprendizaje que traía consigo. Agradecí a los empleados por la oportunidad y me fui seguido terminé la presentación para dirigirnos a la actividad que tenía mi esposo y disfrutar de mi familia. La pasamos espectacular en la actividad y no pensé en lo que ocurrió horas antes.
No llegó nadie y no pasa nada. Sí, me entristeció el momento pero me fortaleció y lo acepto como una experiencia de vida y la comparo a esas cartas de no aceptación que los escritores recibimos durante nuestra carrera de una editorial o revista o beca. Nunca la olvido y está ahí en mi mente recordándome el no darme por vencida. Y cuando miro atrás a ese momento y donde estoy ahora, sonrío porque he crecido como escritora y como persona.
Ni recuerdo si he contado esta anécdota anteriormente o si me la guardé en el fondo del alma como algo exclusivo para mi. Mas aquí está para que leas sobre ese momento que viví y me hizo crecer. Y se siente bien compartirlo.
Hermoso día para ti,
Alexandra.