Por más tentador que suene, no voy a adoptar una segunda personalidad como lo hacen los súper héoroes. Mi Álter Ego se impuso en mí como respuesta al miedo a revelar que soy escritora. Este escrito es la revelación y aceptación de un miedo que tuve por muchos años y que me llevó a no aceptar quien soy.
Cuando me hacían la típica pregunta, ¿a qué te dedicas? En mi subcosciente resonaba la respuesta “Soy escritora”, pero mi boca contestaba “Soy ama de casa”. Me daba vergüenza hablar de mis escritos, si fueron publicados, el porqué escribí un libro y no lo publiqué. Daba la respuesta con una media sonrisa, también un poco avergonzada, porque ser ama de casa no es considerada una profesión y no se le da la importancia que tiene. Les explicó por qué.
Cuando mi hija cursaba el sexto grado, tuve que visitar a la directora interina para que llenara los papeles de admisión a la escuela especializada a la que fue aceptada. Luego de varias preguntas llegó la típica.
-¿Tu profesión? -preguntó ella.
-Ama de casa -contesté.
-¿Grados universitarios?
-Tengo un Bachillerato en Ciencias Naturales de la Universidad de Puerto Rico.
Ella dejó de escribir y me miró anonadada.
-Tú con ese bachillerato y eres ama de casa.
Era evidente en su rostro que no comprendía cómo pude llegar a tomar una decisión como esa. Su comentario me dejó confundida. Usualmente cuando digo que tengo un Bachillerato en Ciencias Naturales las personas no saben qué es eso y preguntan para qué sirve. A la vez, ofendida. Criticaba mi estilo de vida y el de muchas. Lo rebajaba.
-Sí, porque tuve la oportunidad y la bendición de poder quedarme en casa y criar a mis hijos. Para que los críe otro, los crío yo -contesté orgullosa.
A mis veinte años cuando cursaba la universidad, mi meta era estudiar medicina y la escritura era algo que hacía como un pasatiempo, recordé al llegar a mi auto al concluir la reunión. Nunca, ni la escritura ni ser ama de casa los contemplé como un estilo de vida. Ser ama de casa no era para mí y cientos de veces contesté que nunca lo sería. Yo también miré ser ama de casa como algo de lo que no debía estar orgullosa de ser.
No fue hasta cuatro o cinco años atrás que acepté que soy ambas. No te miento, aceptar ser ama de casa fue díficil. Serlo conlleva mucho sacrificio y responsabilidades, es agotador tanto física como espiritualmente, pero aprendí que es enriquecedor y hermoso. Te hace aprender como persona. Si lo haces con amor y agradecimiento es un estilo de vida, una vocación, que no solo impacta e influye tu vida, sino la de esos seres que son parte de ella. Aprendí que no debo estar avergonzada de quien soy y en quien me he convertido, en quien he sido llamada a ser.
Al aceptar que era una ama de casa -a mi manera, aprendiendo de los demás y que funcionaba mejor para mí- fue entonces que me di el tiempo, el espacio y el lugar para crecer, que aún lo hago, como escritora. Esconderme tras el álter ego, me ayudó a aceptarme y contestar “Soy escritora y ama de casa”. Soy ambas. En conclusión, crecí y desperté. Y, entonces, me amé más.