Durante la noche de ayer vi pasar con suma rapidez la base espacial. Brillaba intensamente y cruzaba el firmamento estrellado de norte a nordeste y se desapareció bajo la sombra de la tierra. Me disfruté el momento que me di y que complementó las noches anteriores que me he quedado admirando el firmamento nocturno. Un regalo, quizás, en esta existencialidad que se vive en el 2020. Mirar al firmamento me hace pensar en el futuro. En lo que se puede alcanzar, lograr como humanidad.
Las calles norteamericanas y esas de ciudades europeas hacen historia alzando sus voces en contra del racismo, uno que vive aún entre nuestra raza humana. En medio de una pandemia han dejado los miedos del contagio a un lado y se han tirado a las calles a alzar sus voces. A luchar. La revolución ha sido parte de la historia mundial. Ha hecho que la voz del pueblo sea escuchada. Por muchos años hemos vivido con el racismo. Es el momento de, así como deseamos con la pandemia, erradicarlo. No es una casualidad que esto ocurra en la misma línea histórica.
La vacuna para este mal está en sembrar amor. En ver al otro como un igual. Un ser que debe ser respetado. A tratar al otro como nos gustaría que nos traten, decía mi abuela una mujer de descendencia africana y española. Ella me enseñó, a pesar que recibió racismo por parte de otros por ser negra, a que se debe respetar a los demás no importa el color de su piel. En casa el odio a los demás no fue parte de nuestra educación. En mi casa tampoco lo es.
En esos rostros que veo por la televisión la veo a ella. A esa mujer que vivió el racismo, pero que sembró amor en las próximas generaciones. Pudo sembrar odio hacia aquellos que la marginaron y la echaron a un lado por el color de su piel, pero hizo todo lo contrario. Toma más energía de nuestra parte sembrar odio y lleva al vacío. Sembrar amor, respeto hacia los demás enriquece al alma y lo llena. Reeduquemos a nuestra sociedad, eduquemos a nuestras futuras generaciones.
Aquí en la tierra, así como en el espacio orbital del planeta, vivimos momentos históricos. Ambos miran al futuro y estoy segura que cuando lo miran, ven uno lleno de esperanza y diferente al que se experimenta hoy día. Un futuro, tal vez, utópico, pero no cuesta nada planificar para uno así. El ser humano es uno luchador. Ha demostrado que cuando se propone algo lo logra. Está reflejado en las calles de las grandes ciudades por los pasados días. Esa determinación nos llevó al espacio. La misma debe llevarnos a erradicar el racismo. Por los que la vivieron, por los que la viven y para que no la vivan nuestras futuras generaciones.
Alexandra