Este post fue originalmente publicado el 19 de mayo de 2010 y actualizado el 2 de diciembre de 2020. Lo traigo para compartir contigo un proceso que de vez en cuando realizo cuando no fluye la creatividad. Así que disfruta de este “oldie” de hace diez años atrás. No olvides compartir conmigo que haces para hacer fluir tu creatividad.
Me desquito con la casa
Mi línea de ideas muchas veces se ve afectada por la ausencia de una palabra que me elude. Pienso que son las musas que lo hacen a propósito, que se mantienen en silencio para atormentarme y retar mi paciencia. Muchas veces lo logran y cuando eso ocurre, me desquito con la casa. ¡Sí, con mi casa! Como no desean trabajar conmigo, me retiro y comienzo a realizar los proyectos que tengo pendientes en el hogar a causa de la escritura.
Esta semana le metí mano, como decimos los puertorriqueños, al armario del pasillo donde guardo las sábanas, cortinas y lo del baño. Al abrir la puerta me di cuenta que hacía muchos, pero que muchos meses que lo había ignorado. Así que armada con los utensilios de organización, me di a la tarea de meter mano y organizar.
Al son de Fiel a la Vega y su canción Boricua en la luna y los Súper héroes, comencé a botar, a separar para donar a la institución de caridad local, a doblar y poner en su lugar. Mientras esto ocurría y mi hijo se entretenía en el cuarto de su hermana viendo Astroboy, las musas comenzaron a susurrar al oído. Yo sonreí deleitada de su pronta aparición, que usualmente le toma varios días, pero la cual ignoré y seguí con la organización.
Más palabras se dibujaban en mi subconsciente, yo cantaba más alto y no dejaba de trabajar. Ellas no se daban por vencidas y hasta imágenes de cómo debía desarrollarse la escena se plasmaban en mis pensamientos. De vez en cuando me detenía, pero deseaba más. Así que seguí, para ser yo la que las atormentara y obligarlas a que continuarán hilvanando ideas. El flujo se desbordó como ese de una represa, y el capítulo tenía su forma y su fin. Creado tan solo a consecuencia de un desquite y los celos de las musas al poner mi dedicación en otros lares.
Todo doblado y en orden, me retiré satisfecha, ya que había logrado lo que quería. Cuando terminé de estudiar con mi hija, y aprovechando el silencio perenne que se apoderaba de la casa cuando mi niño de dos años dormía; me senté y escribí hasta que finalmente pude terminar el capítulo.
¡Hogar dulce hogar! Testigo de mis desquites y enemiga de mis musas literarias!
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