mis letras Una mañana en la Feria del Libro de San Juan

Una mañana en la Feria del Libro de San Juan

Bajo un mar de carpas blancas se anidan las librerías ofreciendo sus deleites. Los curiosos, como yo, se asoman a dar una ojeada a la gran oferta. Algunos compran, otros siguen al próximo kiosko. Es un día hermoso de un cielo despejado azul celeste y una brisa suave. Aunque el tránsito y sus ondas sonoras son la norma en está parte, en la Plaza Colón el ambiente es sereno y se respira tranquilidad.

Van aproximadamente diez minutos desde que arribé y tomé asiento al final de la plaza. Estoy inmóvil, observo un niño y su abuela jugar con las palomas. Sonrio, pero me siento perdida. Quizás porque el día comenzó turbulento para mí y mi alma se regocija con la serenidad del lugar, se alimenta. Te llevaré alma a la Catedral, por ahora déjame ir, caminar, disfrutar, olvidar.

Libre, comienzo mi recorrido por las carpas. Termino comprando primero para mis hijos en SM y luego para mí en Terranova. Pero mis recuerdos de un pasado no vivido, experimentado a través de la comunicación verbal, me lleva a ascender por la calle O’Donell esquina Luna. De esa calle de adoquines azulados y grises, tengo una foto de mi abuelo con mi madre y tío cuando vivían allí. Necesito un GPS, así que llamé a mi madrina y ella me dio las coordenadas. Una foto para comparar con la que tengo en casa.

Mi abuelo con mi madre y mi tío (él es el del jacket negro) en la calle O'Donell. Como no sé donde exactamente fue tomada la foto tome dos donde creo que es el lugar.

De camino a la Plaza de Armas me encuentro, entre los olores a pollo frito a las once de la mañana y que mi estómago no soporta, con la iglesia San Francisco. Alma esta es tu oportunidad. Me adentro y rezo luego de mi reverencia, pero la música que suena frente a las escalinatas de la iglesia me deducen. Termino y al salir me topo con un espectáculo de música y danza tradicional, siendo admirado, y con cámaras en mano, por una docena de turistas.

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Las tripas suenan al son de los tambores de la bomba y plena y recuerdo que cerca está La Bombonera. ¿Mallorca y jugo de china natural? Por supuesto.

De ahí a la Plaza de Armas. Músicos se preparaban para deleitar a su audiencia de la edad de oro y yo, con el tiempo en mi contra visité la carpa de los artistas. Todo tentador y mis paredes sin lugar para sujetar alguna otra pintura, me detuve y admire. El tiempo, se acaba el tiempo. Así que antes de regresar a casa me detuve a descansar bajo la sombra del Ballajá y admirar El Morro y decir hasta mañana si Dios lo permite, que aún quedan cosas por disfrutar. Pies con ánimo, que ahora es cuesta abajo.

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