Es una buena vida…

         Mirando atrás, hasta este punto en mi vida como escritora, este caminar por el mundo literario ha sido uno de madurez. Y todo comenzó con un libro. Podría decir que mi relación con la letra escrita nació cuando en mis manos recibí dos tomos gordos de una novela clásica, Las mil y una noches. Era un libro del cual mi matriarca me había hablado muchas veces, y, que si no hubiese sido por la insistencia de mi padre, mi nombre hubiese sido Scherezada como la heroína. Fue un regalo de reyes de parte de mi madre, quién conocía ese amor que sentía por la lectura, aunque yo era ignorante a eso y solo decía que me gustaba. ¡Un gusto, quién iba a pensar que de eso surgiría una relación amorosa!

            Hasta ese momento había conocido la fantasía de los cuentos de hadas, pero este libro abrió un mundo nuevo de estilo de ficción que exploraban mundos, que aunque en muchos habían príncipes y princesas, iban más allá que las simples historias a las que estaba acostumbrada desde niña. Cursaba el séptimo grado cuando fui seducida por la letra escrita, una relación nacida de la lectura y que se mantiene fuerte hasta hoy día. 

            Las mil y una noches me impulsaron a escribir un cuento de fantasía, de magia y aventura, narrado al estilo de la novela que leía: una historia dentro de la otra. Tristemente, este nunca nació al mundo literario, quedo incompleto y se perdió en el mundo del olvido. Hubieron más intentos, como todo en la vida, por ahí se comienza, y mientras cursaba la escuela superior escribí poesía. Comencé con versos cortos de amor, como toda adolescente hace en sus momentos de romance platónico. Sin saber que me dirigía por un camino del que no hay regreso, pues en mis años universitarios escribir se convirtió en un deleite, en especial cuando para las clases de español e inglés tenía que entregar ensayos.

          Hasta aquí...  No hay marcha atrás, pues no es solo una profesión que llevamos como una insignia que nos define y nos da nuestro lugar en el mundo, es una forma de vida que se ama. Por la cual nos desvivimos y le damos tiempo para obtener de ella experiencias que solo se viven a través del bolígrafo y papel, bueno hoy día, del azotar las teclas de la computadora, y las emociones que se viven mientras son plasmadas. Es una buena vida y la gozo en cada letra, por eso ya no me avergüenzo de decir que soy una forjadora de letras, ven y adéntrate en mi mundo.

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